10 febrero 2021

 

LA CORTESIA ELECTRONICA. NETIQUETAS

 

No suele ser frecuente, por desgracia, que se tenga muy en cuenta las reglas de conducta y cortesía que ha de presidir cualquier comunicación telemática, especialmente en el correo electrónico. A dichas normas de conducta se las denominan NETIQUETAS.

Sally Hambridge, en el año 1995, mediante una directiva de Intel, elaboró oficialmente el documento llamado RFC1855 (Request for Comments 1855)​, orientado a los empleados de la empresa para que aprendieran cómo comportarse en Internet en aquella época, algo mucho más minoritario que ahora. Este documento define las reglas de etiqueta de la red en nombre de la comunidad abierta que participa en el desarrollo de estándares de Internet, el IETF (Internet Engineering Task Force, en españolGrupo de Trabajo de Ingeniería de Internet) y especialmente, dentro de este, para el RUN (Responsible Use of the Network Working Group, en español, Grupo de Trabajo de Uso Responsable de la Red). Ese podría ser el origen de las etiquetas o cortesía telemática a la que aludimos.

Y es que si la cortesía impera –o debe imperar- en las relaciones personales presenciales, es más exigible cuando nos comunicamos por correo electrónico y más aún cuando son con motivo de cuestiones profesionales.

A modo de exordio se indican algunos ejemplos:

CORREOS que no se indica nada en el “SUBJET” o ASUNTO.

CORREOS que se dirigen a muchos destinatarios sin ser necesario, conculcando las normas de privacidad.

COREOS que se escribe todo el texto con mayúsculas. En Internet escribir con mayúsculas supone gritar.

CORREOS que se habla de algo genérico que no se puede adivinar a qué se refiere: “Estimado compañero acuérdate de aquello”.

CORREOS que todo lo que se quiere decir se incluye en el ASUNTO y se deja vacío el cuadro de texto.

Pero a mi juicio, la mayor falta de cortesía se comete cuando no se acusa recibo del correo recibido con el ruego de confirmación y estamos remitiendo información profesional.

02 febrero 2021

EL CLUB DE LAS NOCHES PERDIDAS

   

Hace unos días encontré por los pasillos de los Juzgados a una joven compañera, meditabunda y con lágrimas en los ojos, con el paso apresurado. Y como quiera que me evitaba y no pretendía saludarme como siempre hacía, no pude más que preguntar qué le ocurría. Titubeando, y ahora sí, fijando su mirada en la mía, como si implorara que con ello se iba a solucionar el motivo de su desesperanza, me dijo esas palabras que nadie quiere sentir como propias: “se me ha pasado un juicio”, y  tras ello rompió a llorar sin piedad y tapándose la cara.

Se trataba de un señalamiento para audiencia previa que no había remitido a su Letrado ya que la resolución, por motivos informáticos (o vete tú a saber) no pudo tener conocimiento hasta que una funcionaria del propio Juzgado la llamó desde la misma sala de vistas para decirle que no había comparecido ni ella ni su Letrado y que sin más trámites la tenían por incomparecida con archivo de actuaciones.

El Auto de sobreseimiento con imposición de costas iba a ser inminente. Como así ocurrió, con el frio formulario procesal al efecto.

Y es que los Procuradores somos víctimas de una máquina sin escrúpulos llamada LexNet y mi compañera en ésta ocasión sufrió las consecuencias del mundo tecnológico. Porque los avances informáticos y telemáticos en la profesión de Procurador han supuesto que las tareas sean tal vez más sencillas, pero más arriesgadas y delicadas.

Si hubiera sido a SSª a quien se le hubiera olvidado o percatado de que tenía que celebrar una vista, no hay duda que con una simple DIOR se hubiera solucionado el asunto: volviendo a señalar nuevo día y hora al efecto, y “santas pascuas”. Pero en el caso de nuestra joven compañera va a suponer que  deba abonar con su peculio el importe de los honorarios de Letrado y Procurador contrario, amén de sufrir la represalia de su Letrado, que tal vez ya no le encargue más trabajo por perdida de su confianza.

El seguro de responsabilidad civil será otra cuestión como ya le aconsejé. Y por supuesto benzodiacepina para esa noche.

Terminé con un beso y diciéndole: bienvenida al club de las noches de insomnio. Porque estoy seguro que  no pudo pegar ojo esa noche. El consuelo de “a todos nos ha pasado algo así” creo que tampoco la alivió.